EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

Después de 15 años de vigencia del Acuerdo de Asociación entre Chile y la Unión Europea, el año pasado se comenzó a negociar una actualización de este tratado y dar un nuevo impulso a la relación entre ambas partes, en un mercado que se ha convertido en el tercero más importante para las exportaciones silvoagropecuarias nacionales.

Durante la última semana de mayo se realizó en Bruselas la tercera ronda de negociaciones para avanzar en esa modernización –aunque es la segunda enfocada en temas económicos y comerciales, ya que la primera tuvo un carácter político–, donde representantes de la Direcon y de ministerios como Hacienda, Agricultura y Economía analizaron con más detalle las nuevas propuestas de los europeos y sus posibles impactos.

Si bien se sabía que de esta reunión no saldría un acuerdo definitivo, son varios los gremios del agro que estaban pendientes de cuánto se podía avanzar, especialmente en el acceso al mercado, ya que –aun cuando alrededor del 90% de los productos que exporta Chile a la UE entran libres de aranceles y cuotas– todavía existen casi 900 partidas de productos nacionales con restricciones, frente a las cerca de 300 que tienen en total los europeos.

Un porcentaje importante de los productos con restricciones, tanto de cuotas como de aranceles específicos y Ad Valorem o períodos de ingreso sujetos a precios de entrada, corresponden al área silvoagropecuaria, como es el caso del aceite de oliva, distintos tipos de carnes, animales en pie y lácteos, entre otros.

Por eso, uno de los puntos clave para Chile en la modernización del acuerdo con la UE es actualizar esta área y apuntar, en lo posible, a una liberalización total del comercio entre ambas partes, una postura que el país ha mantenido en otras negociaciones de acuerdos bilaterales de comercio.

Pero mejorar el acceso al mercado europeo no es el único tema que toca al agro en esta negociación. El interés de la Comisión Europea por incluir un capítulo enfocado en el reconocimiento de sus indicaciones geográficas –que hasta ahora solo está abordado con Chile en un anexo para los vinos y bebidas espirituosas– también es un punto complejo, junto con la posibilidad de incluir nuevos tópicos en materia sanitaria y fitosanitaria.

En 2002, cuando Chile firmó el acuerdo con la UE, la superficie de olivos en el país apenas superaba las tres mil hectáreas y las exportaciones de aceite de oliva casi no existían. Fue con esa realidad que, al negociarse el acuerdo, el aceite de oliva chileno quedó con un arancel fijo de 1,245 euros por kilo, lo que dificulta que pueda ingresar y competir frente a la producción europea. Sin embargo, la realidad de la producción nacional cambió. A fines del año pasado había casi 22 mil hectáreas y envíos por US$ 66,2 millones a distintos mercados de todo el mundo. Sin embargo, se sigue pagando una alta tasa en Europa. Por eso, liberar su acceso se ha convertido en una de las puntas de lanza de la negociación por parte de Chile, ya que da cuenta de cómo ha cambiado la industria local y de las oportunidades que puede generar la renegociación.

En el caso de las carnes, si bien no quedaron con aranceles fijos, tienen establecidas cuotas máximas para los volúmenes que cada año pueden ingresar a la UE sin el pago de impuestos, que en el caso de la carne de ave partió en 7.250 toneladas con un aumento anual de 725 toneladas, y en la de cerdo comenzó con 3.500 toneladas y un alza de 350 toneladas al año, mientras que las que se envían desde Europa a Chile están liberadas.

Frente a esa realidad, en el gremio consideran que es contraproducente para Chile estar limitado a cuotas, cuando las importaciones desde la UE no las tienen desde que se inició el acuerdo, llegando a enviar a Chile 500 toneladas de carne de ave y más de 7.500 toneladas de carne de cerdo.

Para los exportadores de lácteos, la percepción sobre la negociación no es tan positiva, ya que se estima que existen más de 150 productos de las partidas de la leche, lácteos y productos de origen animal que tienen restricciones para ingresar a la UE. En casos puntuales, como el del manjar, sí consideran que podría haber oportunidades al liberar su acceso, porque es un producto que podría competir bien con Nutella, que tiene un mercado grande en Europa.

Hasta ahora, las autoridades chilenas que negociarán con los europeos dicen no tener claro el detalle del alcance que podría tener el capítulo que buscan incorporar sobre el reconocimiento de indicaciones geográficas, aunque es percibido como uno de los temas más complejos de los relacionados con el sector agropecuario. Se sabe que para la Unión Europea claramente es uno de los temas más importantes entre los que nos están planteando.

El interés de la UE, más que el reconocimiento puntual de indicaciones geográficas, iría por el lado de la estructura sobre cómo se manejarán los temas relacionados con las indicaciones a través del tiempo, a mediano y largo plazo.

En los últimos años y meses, la UE ha realizado cambios relevantes en sus regulaciones sanitarias y fitosanitarias; la eliminación del uso de ciertos agroquímicos y nuevas reglas para los residuos de algunos plaguicidas, se perciben como temas que podría impactar al sector agrícola en la renegociación del acuerdo con Chile.