EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

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A través de sendos comunicados emitidos a mediados de octubre, las empresas SITRANS y Puerto Columbo han informado que sus recintos se encuentran sobrepasados y sin capacidad para recibir más contenedores, lo que afecta a las unidades tanto de importación como de exportación. Por ello, las cargas que arriben a los puertos de STI como DP World ya no serán recibidas y deberán ser redestinadas a otros recintos extraportuarios.

Esta situación inédita es una muestra más del atochamiento que se vive en los puertos chilenos, y muy en especial a San Antonio, en donde debido al incremento de los volúmenes en los últimos meses, además de rezagos por efecto de la pandemia, se están sucediendo situaciones que eran impensables hasta hace no mucho tiempo.

El problema del atasco en los puertos y de toda la cadena logística es un tema que tiene muy mal augurio, ya que el colapso de estos terminales extraportuarios podría ser solo la punta del iceberg de una escalada de otros eventos y arrastrar incluso a los sitios de atraque STI y DP World, en donde se realiza la descarga y carga de contenedores.

La situación que se vive es de muchísima presión; toda la cadena logística del comercio exterior se encuentra en serios aprietos y la pregunta que surge –y es ineludible hacérsela– es si el sistema en su conjunto resistirá hasta fin de año sin que nos veamos enfrentados a problemas mayores que los que por primera vez SITRANS y Puerto Columbo están sufriendo.

Independientemente de los problemas reales de congestión que se viven, aquí se echa de menos un liderazgo de la autoridad portuaria. Es perentorio que todos los intervinientes de la cadena logística portuaria se reúnan y busquen de manera conjunta formas de aliviar e implementar medidas paliativas para afrontar en mejor forma la crisis por la que se atraviesa.

Lo peor es que todos estos inconvenientes portuarios van en directo perjuicio de importadores y exportadores ya que, además de las demoras en recibir o embarcar sus cargas, están los mayores costos que deben enfrentar. Un barco que sea desviado desde la zona central a la VIII región le supone al importador o exportador localizado en el radio de la zona central del país asumir un gasto por transporte terrestre cuatro veces de lo que se paga en términos normales.

A todo este desbarajuste hay que agregar el violento aumento de los fletes marítimos que, si lo comparamos con un par de años atrás, hay que multiplicar por cinco los valores que se pagan actualmente.

Estamos sin duda en una “tormenta perfecta”; todos los factores descritos solo pueden terminar con un incremento de precios al consumidor final, combustible adicional para una inflación que amenaza hace ya un tiempo con descarrilarse.