EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

Edmundo Browne V.

La decisión presidencial de optar por San Antonio para construir un megapuerto fue recibida con satisfacción por la comunidad sanantonina. Los anuncios hablan de una inversión de US$ 3.380 millones que se materializaría a través de concesiones a privados y prevé recibir naves de hasta 400 metros de eslora con una capacidad para transferir más de 6 millones de Teus (Unidad de container de 20’) al año. El proyecto comenzaría a operar el 2030 y permitiría atender hasta 8 naves de grandes dimensiones en forma simultánea, lo que representaría tres veces la capacidad actual del puerto.

Necesariamente esta iniciativa también considera las indispensables obras de conectividad vial y ferroviaria, y se habla de que será necesaria una cuantiosa inversión para mejorar la conectividad entre San Antonio y Santiago. El proyecto contempla desde el punto de vista carretero, dobles vías que se estima implicarán inversiones por más de US$ 2.500 millones en un horizonte al 2030.

Eso es, a grandes rasgos, el plan que se ha publicado en la prensa y por supuesto que comenzó de inmediato el quejido colectivo que caracteriza a Valparaíso cuando se producen estos noticiones que dejan en un lugar rezagado su desarrollo. Pero, digamos las cosas como son, aquí hay dos factores determinantes que resaltar: el primero es que desde el punto de vista geográfico Valparaíso tiene limitaciones que son insalvables y es totalmente inviable pensar en un puerto a gran escala. Por eso, a nivel estructural no hay mucho que darle vueltas, no hay cómo hacer en Valparaíso un megapuerto.

El otro aspecto a considerar es que Valparaíso, en forma sistemática, a lo menos desde el punto de vista del desarrollo portuario, una y otra vez se dispara a los pies. Ello porque la comunidad porteña sigue discutiendo, debatiendo y peleando acerca de los distintos intereses que existen en el puerto. Los que más hacen oír su voz son los detractores de la ampliación, que es gente relacionada con la política, la cultura y el turismo. Ellos han sido un obstáculo permanente y ni siquiera ha prosperado hasta ahora la construcción del Terminal 2, que habría permitido contar con un puerto equivalente a lo que maneja TPS y habría podido satisfacer fácilmente las necesidades portuarias en la zona central por 20 años más.

Es así que a nuestro entender, el asunto está bastante claro, y la decisión gubernamental era ineludible y era cosa de tiempo que se anunciara. San Antonio cuenta con todas las facilidades y condiciones para continuar su crecimiento, y tiene lo más importante, voluntad y disposición para acoger el desarrollo portuario con simpatía y entusiasmo pues, entre otros beneficios, genera fuentes de trabajo en una zona habitualmente alicaída en materia de empleo.