EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

Edmundo Browne V.

Siempre desde la mirada de la actividad de comex y el histórico liderazgo de Valparaíso, creo que nos quedamos cortos al decir que este puerto se encuentra en llamas. Dos hechos han marcado estas últimas semanas la reactivación de eternos y trasnochados conflictos. El primero se relaciona con el “abuenamiento” en las relaciones entre el concesionario TPS y EPV, luego de años de furibundas disputas que llegaron a la Justicia y que se resume en el manoseado tema de las “cargas limpias”. Esto, en pocas palabras, se reduce a la pretensión de TPS de hacer servicios a la carga en el Terminal 1 en zonas inmediatas a los muelles de atraque, lo que choca de frente con los intereses de ZEAL y con el diseño logístico del puerto de Valparaíso de hace unos 15 años, cuando se determinó que los terminales portuarios solo efectuarían transferencia de carga y las tareas posteriores, como aforo e inspecciones, se desarrollarían en los sitios extraportuarios, cuyo principal recinto es el ZEAL que es operado bajo una concesión a 30 años por la empresa española Azvi. 

El otro frente de conflicto es el de los 600 trabajadores eventuales que mantienen paralizado el puerto de Valparaíso, demandando beneficios económicos y derechos laborales que, según los entendidos, son por decir lo menos bastante ambiciosos y que ha significado el bloqueo de las principales arterias de acceso al puerto. Todo ello en un entorno en donde la autoridad tradicionalmente ha mostrado debilidad para hacer respetar la ley. El tema es bien espinudo pues existe mucha distancia entre las partes y, más aún, las descalificaciones hasta el momento han sido la tónica, por lo que la paralización podría alargarse por tiempo indefinido. Eso es, al menos, lo que se percibe al momento en que se escriben estas líneas.

Por supuesto que los dos escenarios planteados le hacen un daño tremendo daño al alicaído Valparaíso, deteriorando su convivencia y en términos simples, se sigue disparando a los pies. Los intereses sectoriales y la carencia de una visión global equilibrada siguen destruyendo la ciudad-puerto, dañando severamente su imagen e hipotecando las posibilidades de desarrollo futuro.