EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

Certezas para un escenario incierto
Cristian Palma

El 2019 se visualizaba como un año de expansión, con un crecimiento en torno al 2,5% a 3% y con algunos indicadores positivos en términos de inversión y control de la inflación. Este escenario proyectado hacia fines del 2019 se terminó desdibujando gradualmente y, como es de conocimiento público, se trastocó finalmente en el último trimestre del año.

Más allá de lo frustrante que puede ser para algunos la incapacidad que tiene la economía (y sobre todo los economistas) de proyectar algunas certezas –del todo difícil cuando lo que está detrás es el comportamiento de las personas como cuerpo social–, el hecho de tener escenarios meridianamente predecibles es una necesidad para que los actores económicos puedan visualizar el cómo acomodar sus estrategias de negocios a esos escenarios. Ahí radica el valor agregado que tienen los equipos de ejecutivos de las empresas; en el cómo adaptar las piezas para lograr un mejor resultado, tomando algunas variables exógenas como un dato del contexto sobre el cuál debe definirse esa estrategia.

Esas variables en el contexto de este 2020 que comienza, aún están sumidas en una nebulosa sobre la cual es difícil hacer ese juego de los talentos ejecutivos que son capaces de lidiar con entornos más o menos dinámicos, más o menos competitivos, pero con variables macro que se sitúan con un telón de fondo más conocido que desconocido.

Hoy por hoy, el mundo político –Gobierno, Parlamento y partidos políticos– está al debe con ese dibujo. El mundo privado, que reúne a empresas y trabajadores, requiere que les digan sobre qué cancha se jugará el partido que viene. Ya se inicia este 2020 y no hay certezas sobre cómo se encausarán las demandas sociales que generaron la inestabilidad reciente, los actores señalados se visualizan con problemas para definir cómo enfrentar este nuevo año para potenciar las capacidades que nuestras empresas han mostrado tener.

El compromiso férreo y con gestos evidentes de los actores políticos con una solución enmarcada en la trilogía constitucional-tributaria-previsional es una señal de “conducción” que será vista como una agenda de trabajo sobre la que los actores privados (empresarios y trabajadores) pueden hacer sus propias proyecciones. Si no hay tal liderazgo de la clase política, resulta difícil abstraerse del temor a un “rebrote social” hacia marzo próximo, que termine paralizando el despliegue de los talentos de las empresas y sus equipos y, lo que es peor, genere una sobre reacción en donde prime una visión catastrofista que tienda a pronosticar escenarios sombríos que impacten aún más negativamente sobre el crecimiento y el empleo en el 2020.