EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

Edmundo Browne

Transcurridos varios meses desde que comenzó esta implacable pandemia, nos hemos visto enfrentados a trastornos nunca vistos, ello tanto en el ámbito laboral como personal; las capacidades de adaptación demostradas ante esta adversidad para asumir la nueva realidad han superado todos los cálculos.

En nuestra actividad profesional los cambios han sido significativos; el teletrabajo se ha impuesto con bastante éxito y los problemas en general han sido manejables, destacándose el gran compromiso de los colaboradores para enfrentar de la mejor manera estas especiales circunstancias.

Las facilidades implementadas por Aduanas para hacer posible las gestiones virtuales y reducir al máximo los trámites presenciales han sido de gran ayuda para el flujo de las distintas etapas en las operaciones de comercio internacional. Los otros organismos públicos también han tenido una buena disposición para hacer posible la gestión por medios electrónicos, lo que nos lleva a concluir que el sistema público ha dado el ancho. Quizás –y siendo un poco más incisivo– las exportaciones que están bajo la tutela del SAG han continuado con algunas tramitaciones presenciales, sobre todo en lo que se refiere a la obtención de los certificados de origen.

El sector privado sí que ha estado al debe en esta prolongada crisis sanitaria. Encabeza la lista el sector naviero, quien ha complicado en demasía las funciones obligando a las agencias aduaneras a continuar con los trámites a través de personal presencial y para más remate, varias de las navieras han obligado a cumplir con requisitos y documentos específicos, unos distintos de otros, que han excedido largamente las disposiciones aduaneras. Ello ha provocado mucho más riesgos, por la amenaza constante de caídas a piso y costos extra que han debido soportar los importadores. Aquí estimamos que Aduanas ha sido lamentablemente muy pasiva para empujar y liderar una modernización, en la que desde siempre el sector naviero ha sido reticente en avanzar.

También la obtención de los certificados de origen ante SOFOFA en las exportaciones ha seguido constituyendo un problema; sin embargo, para los embarques a Europa la gestión liderada por Prochile para el reconocimiento como “Exportador Autorizado” –y de esta manera eximirse del Certificado de Origen– ha aliviado la carga administrativa y permitido un respiro a los exportadores. En estos casos solo se debe consignar en la factura de exportación el número de autorización.

En el frente interno, es innegable que la baja en el volumen de las operaciones de comercio exterior ha obligado a las agencias a ajustar su principal activo que son las personas, y nos hemos visto obligados a reducir en un porcentaje nuestra dotación. Esta situación –que ha sido muy dolorosa por cierto– ha implicado el alejamiento de valiosos colaboradores que llevaban muchos años con nosotros. A todos ellos les deseamos la mejor de las suertes y confiamos en que puedan reinsertarse laboralmente lo antes posible.