EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

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Edmundo Browne

Dentro del programa del nuevo gobierno se encuentra la revisión de los distintos acuerdos comerciales que Chile mantiene con una buena parte del orbe y, desde los tiempos de campaña, algunos ideólogos manifestaron su reticencia y desconfianza en la política de comercio exterior que nuestro país ha mantenido y desarrollado desde hace varias décadas.

Ahora, estos ideólogos –hoy empoderados y con aspiraciones refundacionales–, plantean hacer una consulta nacional para que la ciudadanía opine acerca de la conveniencia de reestudiar los convenios de libre comercio.

Cabe señalar que el pensar y desarrollar políticas de reindustrialización no son incompatibles con una apertura al comercio exterior. Sin embargo, en estos planteamientos de intentar cambiar la estructura productiva de Chile hay algo de ingenuidad y mucho de desconocimiento. Hoy es totalmente inviable pensar en un país manufacturero y la realidad de países cercanos debería ser un buen ejemplo de lo que en política industrial no se debe hacer.

Esto no tiene nada que ver con la idea de impulsar y desarrollar proyectos de valor agregado en ámbitos relacionados con investigación y desarrollo basados en tecnología de punta, ello gracias a la reconocida infraestructura con que cuenta Chile en términos de Internet, data centers y comunicaciones. También debería ser factible proponer y crear industrias específicas para satisfacer rubros como es el caso de proveer servicios a la minería, salmonicultura, productos cárneos, frutícolas, vitivinícolas, etc.

Es una realidad que el comenzar a cerrar las fronteras y dificultar las importaciones va a ir necesariamente en desmedro de nuestra oferta exportable, ya que los países que reciben nuestros productos van a imponer trabas si es que Chile comienza a instalar barreras a sus importaciones. Es lo más parecido a dispararse a los pies. Un encarecimiento de las importaciones –al tener que pagar aranceles– tendría un efecto inmediato y agudizaría aún más la carga que llevamos arrastrando desde hace algún tiempo en términos de inflación.

En la eventualidad de que Chile renunciara o modificara los acuerdos comerciales, la oferta exportable podría hacerse inviable, ya que los aranceles generales en los países de destino –en su gran mayoría– constituirían un impedimento que haría muy cuesta arriba el colocar productos nacionales en los mercados externos.

Lamentablemente, con estas controversiales iniciativas, se ve cada vez más lejano el que nuestro país apruebe el TPP11, tantas veces postergado por el Congreso y que es sin duda un paso hacia adelante en la integración de Chile con una buena parte de sus socios comerciales.