EDICIÓN NÚMERO 309 MAYO 2024

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Edmundo Browne

Termina un año con algunos temas que vale la pena destacar. La primera parte de este 2022 se caracterizó por un alto consumo de bienes suntuarios, ello como consecuencia de los US$ 70 billones que se inyectó a la economía el 2021, ya sea debido a los retiros de los fondos de pensiones como también a las ayudas gubernamentales. Si a ello le agregamos el alto nivel de incertidumbre política que hemos vivido el último tiempo, el valor del dólar alcanzó niveles record. Todo lo anterior trajo consigo un alza exponencial del costo de la vida alcanzando cifras de 2 dígitos de inflación, lo que era impensable hasta hace algún tiempo.

En cuanto a las importaciones, estas también se mantuvieron muy firmes en el primer semestre, con una fuerte demanda, en que las existencias no daban abasto. El caso de los automóviles fue emblemático, en que las automotoras no pudieron satisfacer una verdadera fiebre compradora. Esta alta demanda de vehículos se tiende a normalizar al término del año y con seguridad el 2023 el mercado automotor debería contraerse, al igual que el resto de los bienes durables, pues los pronósticos para la economía para el año entrante son más bien opacos.

La última cifra disponible habla de un violento descenso de las importaciones en el mes de octubre, las que sumaron US$ 7,1 billones FOB y US$ 7,8 CIF, en cambio el resto del año, y en varios meses se observó que las compras al exterior superaron los US$ 9,0 billones CIF; lo mismo ocurrió en el último tramo del 2021. Esta tendencia a la baja debería mantenerse siendo el precio del petróleo el ítem que más podría influir en incrementar o disminuir las importaciones.

Las exportaciones se han mantenido constantes, con un precio del cobre que, si bien bajó de los US$ 4,0 por libra, los retornos por este metal deberían mantenerse, ello a pesar de los inciertos pronósticos en cuando a la producción cuprera para el 2023.

La balanza comercial, al término de los 10 primeros meses del año, y según los datos del Banco Central arroja un pequeño superávit, siempre que se consideren datos de importaciones y exportaciones a nivel FOB. El asunto cambia cuando la comparación se realiza a nivel de importaciones CIF y exportaciones FOB, en que sí hay un déficit considerable en el intercambio comercial.